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El Déficit de Atención en niños es un diagnóstico popular que la mayoría de la gente conoce. No obstante, hay una variación de este trastorno que ha pasado algo desapercibido, y cuyas características son las siguientes:

Criterios diagnósticos del TDAH-P (Trastorno por Déficit de Atención en Padres)

1. Seis o más de los siguientes síntomas de desatención han persistido por lo menos durante 6 meses con una intensidad que es desadaptativa e incoherente en relación con el nivel de desarrollo de sus hijos:

  • A menudo no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas parentales, en el trabajo o en otras actividades
  • A menudo tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas con sus hijos, debiendo éstos jugar solos
  • A menudo no sigue instrucciones y no finaliza tareas propias del cuidado parental, encargo u obligaciones en su entorno familiar (no se debe a comportamiento negativista o a incapacidad para comprender las instrucciones, simplemente, no atiende las necesidades de sus hijos)
  • A menudo tiene dificultad para organizar tareas y actividades en lo referente a los cuidados de sus hijos
  • A menudo evita, le disgusta o es renuente en cuanto a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido, como estar con sus hijos un rato largo, dormir con ellos o atenderles sin estar a la vez entretenido con otras tareas, como la limpieza, cocina, dispositivos móviles o electrónicos o simplemente, sus propios asuntos
  • A menudo se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes mientras sus hijos requieren atención (móviles, televisión, etc…)

Seis o más de los siguientes síntomas de hiperactividad-impulsividad han persistido por lo menos durante 6 meses con una intensidad que es desadaptativa e incoherente en relación con el nivel de desarrollo de sus hijos.

  • Hiperactividad
    • A menudo mueve en exceso las manos o los pies o se remueve en el asiento cuando tiene que prestar atención plena a sus hijos o cuando éstos se mueven de acuerdo al nivel de desarrollo que presentan
    • A menudo deja de estar cerca de su bebé cuando éste más lo necesita o en otras situaciones en las que es inapropiado hacerlo
    • A menudo se inquieta excesivamente cuando su hijo salta o corre en situaciones en las que es completamente esperable que lo haga (en los adolescentes o adultos que han sufrido inhibición constante por parte de los adultos durante su infancia,  puede limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud)
    •  A menudo tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio con sus hijos pequeños
    • A menudo ‘está en marcha’ o actúa como si ‘tuviera un motor’ cuando sus hijos requieren su atención
    • A menudo habla demasiado poco con sus hijos de temas relevantes para el nivel de desarrollo de éstos
  • Impulsividad
    • A menudo precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas por parte de sus hijos, creyendo que tiene las respuestas a todas las preguntas que éstos puedan hacer
    • A menudo tiene dificultades para guardar turno, y a menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (completa las tareas de sus hijos o les impide que desarrollen su movimiento y desarrollo de manera autónoma)
    • A menudo se irrita con comportamientos normales en un niño pequeño, como que se mueva, llore, se queje o simplemente hable

Este trastorno no se encuentra descrito en ningún manual de clasificaciones diagnósticas. Es más, me lo acabo de inventar, pero para ello no he tenido más que ir sustituyendo dos o tres palabras de cada criterio de la descripción oficial del TDAH  (enlace) No obstante, y aunque no exista oficialmente, es un problema habitual, que puede darse en padres y madres de niños clasificados como “problemáticos”. Una variante de este problema lo sufren algunos maestros de escuelas de niños pequeños, cuando muestran un evidente déficit de atención a las necesidades propias de los niños pequeños de sus aulas. Ambas versiones, generan una influencia muy perjudicial en los niños pequeños y en su desarrollo, pudiendo alterar el mismo hasta el punto de provocar lo que sí cuadraría entonces con un TDAH o incluso, con otros trastornos aún más graves.

Proponer en el futuro DSM este trastorno sería un proyecto totalmente inviable.  Sin duda, realizar una clasificación diagnóstica tan agresiva como la expuesta anteriormente, resultaría sumamente culpabilizante para los padres. Al fin y al cabo, nadie hace esto intencionadamente, y es obvio que la gran mayoría de padres pretenden lo mejor para sus hijos, por lo que ponerles una etiqueta similar podría ser traumatizante y avergonzante. Normalmente, falta mucha información sobre cómo llevar a cabo una crianza desde el apego, no basada en el castigo, y respetando en todo momento la naturaleza de los niños.  Pero, no es justo que esta desinformación genere un daño irreversible en los niños, futuros adultos y padres de nuevos niños.

A modo de reflexión, creo que sería bueno prestar algo más de atención a la parte parental en las clasificaciones diagnósticas infantiles. Si culpabilizaría a un padre recibir este diagnóstico (¿ficticio?) en una consulta de psicología, ¿os imagináis lo que puede hacer sobre un niño? ¿Diagnosticar un trastorno basado en el movimiento “excesivo” y la inquietud?

Personalmente, me ha costado años de profesión y práctica clínica llegar a la conclusión de que tenemos un cajón de sastre cómodo con el diagnóstico del TDAH. Por defecto, los profesionales debemos asumir y aceptar esta etiqueta, y hablar de ella respetuosamente, ofreciendo tratamientos a los niños que la llevan, basándonos exclusivamente en una descripción de síntomas que sin duda, pueden confundirse con el desarrollo de un niño normal. Pero si fuéramos mínimamente sensibles con la condición infantil, y coherentes con lo que sabemos sobre el desarrollo, ¿es realmente un trastorno infantil? ¿es ético extraer de la ecuación en el diagnóstico al sistema familiar? ¿un niño es independiente de lo que sucede en su entorno?

Pueden existir realmente verdaderas alteraciones neuropsicológicas que afecten al desarrollo y que se concentren en el área atencional pero, ¿y si no son más que diferencias? ¿necesariamente un niño que se mueve mucho más que otros o que aguanta menos tiempo de concentración en tareas (declaradamente) aburridas es un niño trastornado? ¿Tiene un déficit de atención o es simplemente una configuración diferente de sus mecanismos de aprendizaje? Empieza a haber evidencia científica en este sentido (http://psicologiayneurociencia.com/2015/08/10/los-ninos-con-tdah-aprenden-con-movimiento/) y seguro se debe a la visión crítica de algunos profesionales con este asunto.  Sea como sea, en las evaluaciones o tratamientos infantiles, nunca deberíamos despreciar la influencia sistémica, por lo que  cualquier diagnóstico de estas características, aunque solo sea por compasión, debería ser un diagnóstico del niño y sus padres compartido.

Artículo escrito por Nerea Bárez (psicóloga)