Seleccionar página

Estoy embarazada. Ya son 5 meses, y este tiempo, he estado luchando con mi otro yo por seguir en mi mundo habitual. Es difícil, por motivos que no siempre son sencillos de ver.

Mi estado ha sido de paralización. Mi cuerpo me pedía calma, y mi cerebro claramente se ha visto modificado. De esto me advertían, pero notarlo en mis carnes ha sido toda una experiencia. Cada día descubro algo nuevo, interno o externo, que me recuerda todo lo que hay que y no hay que hacer durante un embarazo.

Noto muchas sombras, sombras acumuladas de numerosas madres que me envían sus proyecciones de aquello que no se han podido permitir. Mi sombra y yo teníamos nuestra propia lucha, pero mientras, he debido rebotar esos mensajes que venían de egos ajenos.

Otro día hablaré de qué es eso de la sombra. Es un concepto maravilloso, todo ser humano debería conocerlo como quien conoce de matemáticas o de lenguaje. Pero en fin, esta batalla por incluir conceptos de psicología en la educación básica la dejaré también para otro día.

El caso es que la sombra colectiva me envía mensajes de lo más agotadores. En general, noto una gran presión por ser esa buena y maravillosa madre, adorable, con buen humor, que siente cada nueva sensación como una bendición del cielo, que niega cualquier emoción negativa, que mira con amor su cuerpo mientras se metamorfosea, que llora de emoción en cada patadita y que se sacrificaría sin dudarlo por su bebé. No soy esa, sin duda. En ese sentido, mi sombra está saneada. Puedo dar permiso a ese lado oscuro de la maternidad, y no pasa nada. Leyendo esto pensarás una de dos; o que estoy trastornada y mi hijo será un pobre desgraciado por tener a una madre tan fría, o sentirás un cierto alivio… Escribo como psicóloga, embarazada, pero psicóloga. Y esto me hace saber que lo que digo no es cuestión de desapego. Así que te pido un voto de confianza; piensa que no es insano lo que cuento.

En mi caso, mi sombra es otra. Yo me permito los malos sentimientos; la rabia, el malestar, la queja con este estado de incubadora en el que me encuentro… yo me permito ser mala madre. Soy un ser egoísta, soy homínido, he decidido tener un hijo porque yo quiero. No es un acto de generosidad; es un acto de puro egocentrismo. Quiero traer al mundo una pequeña extensión de mi misma; es un acto de amor, pero a mí misma, a mi pareja. De momento, a mi bebé quiero tenerle; pero no le amo desesperadamente. Está en proceso de ser. No le imagino, no proyecto ningún plan sobre él… Solo sé que va a venir, que se le espera con ganas. Pero que hacerle es un trayecto costoso. Soy como una niña que ha pedido un juguete y cuando lo tiene, se queja de lo que cuesta montarlo para llegar a jugar con él.

Mi sombra como decía, es más bien la maternidad en sí misma. Estaba esperándome. Esa otra yo, mujer sencilla, con emociones inestables, con dolores, con debilidad. Esa otra yo que solo quiere estar siendo simplemente madre. Esa otra yo que no desea nada más, que esperaba concentrarse en la maternidad y disfrutar de ella sin querer a la vez ser una buena profesional. La conciliación que dicen. El conflicto de la feminidad del siglo XXI. No quiero renunciar a ninguna de mis yos, pero inevitablemente, ahora debo decirle a una de ellas que espere.  Y esto también hay que poder hacerlo. Mi sombra, en forma de madre casera que no lee ni estudia ni trabaja, me esperaba tras la cortina, acechaba a mi ego fuerte, trabajador, emprendedor, amante de la lectura y el conocimiento. Ambas se están encontrando, y luchan por sobrevivir. Tengo una sombra parecida a muchas otras, supongo. Una sombra que está precisamente en la oscuridad porque ha sido ahí desterrada, por mí misma, por mi entorno, vete a saber. Una sombra percibida como débil, frágil, menos sabia, menos poderosa, menos especial. Que percepción más sesgada. Pero que difícil huir de ella. Es la maldición de las mujeres de esta generación, que sabemos que podemos hacerlo todo, y por eso queremos hacerlo. También noto esas proyecciones venir de muchas otras mujeres; debo querer seguir siendo la misma; debo no renunciar a nada. Debo luchar por la igualdad de derechos, e irme a trabajar sin remordimiento. Debo, debo, debo…

Que de sombras rondando en este mundo aparentemente luminoso. Que de mensajes externos alimentando la disociación de nuestros lados oscuros.

Creo que simplemente, trataré de ser. Trataré de sanear mi sombra, respetarla y darla espacio para que en la medida de lo posible, no se cierna sobre mi futuro hijo en forma de proyección.

Somos una esfera de energía que va menguando con el correr del tiempo y al llegar a los veinte años no queda de ella más que una magra rebanada” (Robert Bly)

Todas esas sombras acechan sobre esa esfera pletórica de alegría que es un bebé; diciendo lo que debe y no debe ser. Así que seré y dejaré ser. Espero a un hijo alegre con lado oscuro, espero ver su sombra y aceptarla con cariño, puesto que no dejará de ser aquello que yo le hago ocultar. Y espero que ninguna de mis yos boicotee tan ambicioso camino